lunes, 8 de enero de 2007

Escritos ocultos

a Lothar van Treek Carrasco


Soy una paloma sin alas
Me lanzo desde la mezquita más alta
Arrastro conmigo todos los templos.

Te invoco corazón de la tierra
Te ordeno voz sepultárte
y hablar en las tumbas

Lanzo hoy un conjuro inaudible
Un conjuro sin gramáticas
Un encanto sin poder.
Un hechizo sin embrujo

¡Sí! He penetrado en las létras ocultas
He conocido las estructuras secretas
Una sintáxis ancestral
Que abre y cierra puertas
Que controla y mata
He abierto libros incinerados
No he podido nunca resucitarte

Temps et corps

Des soldats vienent pour me prendre.
Je déteste leurs visages
bêtes ancestrales
langage des insectes invisibles

J'ai peur de leurs doigts
aiguilles accélérés
chronos précipitant sur les femmes et les hommes
temps impétueux qui violent même à les dieux chrétiens

La seule façon est lutter
mais j'en suis sûre

Je perdrai et toi avec moi
avec moi avec moi
comme un épéiste
percé par
toi par toi

No a pedido

a Paulina


Una vela encendida sobre el pajar
una mano de mariposa
se desliza a ojos cerrados
prohibiéndose la siguiente noche

Descendiendo el fuego
palpando tus bocas
bebes aire del parpadear
absorbiendo el mástil

Cataclismo deglutido en el frote exquisito
piel ondulante torrada en el entredicho
no queda sino el pecado de la siguiente cita

Volverse a ver

Contra M.
Sentados el uno frente a la otra en el café más rasca de la alameda. La taza de café quemado y aguado separa su nariz del perfume nostálgico que posee el abrigo rojo intenso. Ella fuma. El aire pesa como los años en que no se han visto. No se hablan, no se miran, no están allí. Solo repasan sus pasados momentos de placer acabado. Los recuerdos están amarillosos como la mostaza fosforescente posada en la esquina de la mesa. Él tomó su sombrero y creyendo que el tiempo se detendría se levanto tan suavemente como ella lo seguía con la mirada ahogada. Tu m'aimais encore… quelqu'un m'a dit, dijo sin poder sacar su voz mientras por su costado penetraba estoicamente un filo brillante que evacuaba en sangre su salvaje inocencia. No vale gran cosa, nuestra vida, dijo, escupiendo la borra oscura del último sorbo de café.